¡Así es! Podemos influir en nuestras emociones dependiendo de las posturas que adoptemos. Nuestro bienestar y calidad de vida dependen, en buena parte, del modo en el que nos relacionamos con nuestras propias emociones.
Sin embargo, esta es una tarea compleja que además de requerir adoptar ciertas rutinas de nuestra parte, no puede tener lugar si mantenemos ciertas creencias erróneas acerca de nuestro lado emocional.
Primera creencia limitante:
Creer que estamos condenados a experimentar las emociones inconscientes, desconectados de nuestra voluntad e intereses. Lo cierto es que, aunque no podamos controlar totalmente lo que pasa en nuestra mente, sí tenemos un margen de maniobra para influir en cómo sentimos las cosas que nos ocurren.
Segunda creencia limitante:
Creer que las emociones siempre se manifiestan desde dentro hacia afuera. Desde nuestra subjetividad hacia las acciones y los movimientos objetivos que se reflejan en nuestro cuerpo.
En realidad, del mismo modo en que lo emocional tiene efectos en nuestro cuerpo y en nuestros actos, también ocurre lo mismo a la inversa: podemos llevar a cabo acciones que ayuden a modular nuestro lado emocional.
El bucle de la percepción
El sistema nervioso está muy lejos de ser un simple “cuadro de mandos” desde donde se emiten órdenes y se controlan todos los procesos que ocurren en nuestro organismo.
Es muy importante entender que el cerebro envía impulsos nerviosos a través de las cadenas de neuronas para activar o desactivar músculos, glándulas y todo tipo de órganos, que constantemente están recibiendo un torrente de información proveniente de todo lo que ocurre dentro de nosotros (y que es registrado por nuestros sentidos).
Es decir, que su trabajo no es unilateral, sino que participa en un bucle de percepción-acción que se retroalimenta y que no tiene una dirección clara.
Del mismo modo en el que, por ejemplo, las decisiones que tomamos afectan a nuestra manera de movernos y que nos lleva a registrar diferentes estímulos que llamaremos “inputs” que influirán en nuestros estados mentales.
Pero estos “inputs” no son simplemente información tal y como solemos entenderla; no es únicamente un material sobre el cual tomar decisiones y saber desde un punto intelectual lo que ocurre en nuestro organismo. También favorece la aparición de unas u otras emociones. Algo que tiene sentido si tenemos en cuenta que las emociones son mecanismos adaptativos ancestrales que nos ayudan a reaccionar a los estímulos rápidamente y sin tener que pensarlo mucho, algo crucial para la supervivencia (no siempre podemos permitirnos dedicar varios minutos a reflexionar sobre qué hacer). Así, no resulta raro que a lo largo de nuestro linaje, durante cientos de miles de años se hayan ido “preprogramando” en nuestro sistema nervioso una serie de predisposiciones a vincular cierto estado emocional a ciertas posiciones del cuerpo; es algo que ayuda a protegernos de los peligros y nos permite aprovechar las oportunidades con la máxima eficiencia, sin demorarnos demasiado.
A. Evita cruzarte de brazos o entrelazar las manos en la parte frontal
El hecho de cruzar los brazos o cogerse las manos por debajo del esternón está ligado a la expectativa de que algo o alguien pueda atacarnos; por eso usamos los brazos para proteger ciertas partes vulnerables. Haciendo esto puede que nos sintamos algo nerviosos al principio, pero rápidamente
fluiremos más con la situación al ver que no hay consecuencias negativas por haber adoptado una postura más abierta.
B. No ladees tu cuerpo si quieres potenciar tu autoconfianza
De un modo similar, si no quieres mantenerte tenso/a, lo mejor es que orientes todo tu cuerpo hacia donde está tu interlocutor principal. Si le ofreces tu diagonal, tu cuerpo interpretará que hay algo que debes temer de esa persona.
C. Mantente derecho/a
Sin llegar a obsesionarte por mantener la columna vertebral totalmente rígida (algo poco recomendable para la salud), al menos intenta no encorvarse demasiado. Esta postura tan sólo sirve para mantener rígidos varios grupos musculares a la vez de un modo totalmente innecesario, manteniendo activa esa experiencia de que algo malo te puede ocurrir y afectando negativamente a la confianza contigo mismo/a tanto por cómo te percibes, como por cómo te perciben.
La ciencia del lenguaje corporal todavía tiene muchos enigmas por desvelar, pero puedes empezar por estos cinco conceptos que te permitirán mejorar tus habilidades sociales y dominio de la comunicación no verbal.
1. Expresas lo que sientes y sientes lo que expresas
Cuando sientes una emoción o te invade un sentimiento, tus neuronas mandan una orden a los músculos para que adopten una determinada postura. Si te sientes inseguro, por ejemplo, la consecuencia es que terminarás cruzándote de brazos para establecer una barrera.
Si conscientemente adoptas una postura de inseguridad, tu mente empezará a experimentar la emoción correspondiente. Tu cerebro entiende que si está mostrando ese gesto es porque debería sentirse de esa determinada manera.
La buena noticia es que es posible usar esta doble vía para crear estados positivos. Si adoptas una postura de confianza, como la cabeza alta y los hombros erguidos, empezarás a sentirte más seguro y relajado.
2. Cuanto más lejos del cerebro, menos control
Varias investigaciones han concluido que los brazos, manos y torso son las partes del cuerpo más fácilmente controlables de forma consciente. Es por eso que mucha gente es capaz de fingir mediante su lenguaje no verbal que siente unas emociones, cuando en realidad están experimentando otras.
Pero también parece ser que cuánto más lejos del sistema nervioso central se encuentra una parte del cuerpo, menos control consciente podemos ejercer sobre ella.
Es buena idea que además de fijarte en el lenguaje corporal de la parte superior del torso prestes atención a los pies de tu interlocutor porque te proporcionarán información muy valiosa. Nuestros pies suelen apuntar hacia aquello que nos interesa, ya sea una persona o una vía de escape, y a menudo pasan totalmente desapercibidos.
3. La cara es el espejo del alma
Las expresiones de la cara también suelen ser bastante representativas del estado anímico de alguien.
Durante muchos años de evolución hemos tenido que ser capaces de comunicar emociones de forma precisa para sobrevivir como especie. En ese contexto y debido a la gran cantidad de músculos faciales existentes, la cara se ha convertido en el espejo más fidedigno del alma.
Es posible falsear en cierta medida las microexpresiones faciales para camuflar sentimientos, pero es prácticamente imposible controlar todos los músculos implicados de forma consciente.
4. Imitar la postura genera confianza
Hay evidencia científica que apoya el hecho de que cuando dos personas se caen bien o pasan mucho tiempo juntas, tienden a adoptar de forma inconsciente el mismo lenguaje corporal. Gran parte de responsabilidad la tiene el contagio emocional a través de las neuronas espejo
Imitar el lenguaje corporal de otra persona es una forma sencilla y fácil de empezar a establecer un vínculo de confianza, aunque conviene hacerlo de forma cuidadosa para que no resulte evidente.
Para conseguirlo debes ser selectivo en lo que imitas: no copies gestos que no te resultarían naturales, no los imites inmediatamente después de que tu interlocutor los realice, y varía su amplitud e intensidad. También es buena idea evitar reproducir las expresiones negativas para no incrementar su contagio, aunque dependerá de cada situación en concreto.
Aunque pueda parecer manipulativo, no lo es cuando el objetivo es honesto. Mucha gente con grandes habilidades sociales lo ha incorporado de forma inconsciente para conseguir que su interlocutor se relaje y se abra a conversaciones más profundas.
5. El contacto con uno mismo revela mucha información
Otra forma de sacar mucha información del lenguaje no verbal es mediante el tipo de contacto con uno mismo.
De forma instintiva los niños pequeños se tapan los ojos cuando no quieren ver algo o cubren sus orejas cuando no les gusta lo que oyen. También se tapan la boca con un dedo cuando quieren hacer callar a su interlocutor. Aunque con menor intensidad, estos gestos suelen perdurar en la época adulta.
Cuando alguien se toca los ojos, orejas o boca puede tratarse de un intento inconsciente de bloquear algo que no le está gustando. Para evitar malas interpretaciones (como que realmente le pique un ojo) debes tener en cuenta también otras señales que confirmen esa conclusión.
Por otro lado, tocarse a uno mismo uniendo las manos o frotándose los brazos puede indicar una necesidad de apoyo, quizás como herencia del consuelo en forma de contacto físico que nuestros padres nos ofrecían en la infancia. Esta señal puede ayudarte a intuir que alguien se está sintiendo incómodo y necesita sentirse respaldado.
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